sábado, 8 de julio de 2017

Conflictos


¿Es sencillo inducir a la gente a formar ideas hostiles hacia quienes no forman parte de su grupo, llámese raza, nación, sexo, forofo de un equipo de fútbol o de cualquier otra cosa? En el año 1954 Muzafer Sherif y Carolyn Sherif hicieron un famoso experimento, titulado la Cueva de los ladrones, para comprobarlo. Los investigadores eligieron veintidós varones de doce años con similares experiencias vitales;  ninguno se conocía previamente. Los dividieron en dos conjuntos que instalaron en áreas separadas de una residencia de verano.
El experimento constaba de tres fases: formación de grupos, fricciones entre grupos, cooperación entre grupos. Después de tres días, en ambos grupos aparecieron espontáneamente jerarquías sociales internas. Las actividades de la segunda fase, que incluían competiciones deportivas entre ambos grupos, pronto tuvieron que suspenderse debido a su éxito: se exacerbó tanto la hostilidad entre ambos grupos (insultos, peleas) que los investigadores temieron por la seguridad de los individuos. Para disminuir la fricción y promover la solidaridad los investigadores introdujeron tareas (que llamaron metas superordenadas) que requerían la cooperación entre los grupos. Una meta superordenada es un objetivo que deben alcanzar ambas partes, y que no pueden conseguir por separado: en concreto, resolver la escasez de agua, desatascar un camión para que vuelva a circular o comprar una película para proyectar. La colaboración provocó que disminuyese el comportamiento hostil; los grupos se entrelazaron tanto que al final del experimento los muchachos insistieron en volver a casa todos en el mismo autobús.
Los resultados experimentales son al mismo tiempo aterradores y esperanzadores: por una parte, cuando los grupos compiten, los miembros de cada uno exhiben actitudes inamistosas u hostiles hacia los miembros del otro; pero por otra, si se plantean metas superordenadas, los grupos suspenden las hostilidades y cooperan para alcanzar las metas. Podemos observar el efecto después de terremotos, de tsunamis o de cualquier catástrofe: las personas se solidarizan y contribuyen a solucionar los problemas; así mismo, un caso particular, el efecto del enemigo común tiene una larga historia como herramienta para movilizar a los ciudadanos: consiste en organizar una meta superordenada para defenderse de un ataque inminente (sea una agresión armada o –quiero ser optimista- el cambio climático).

¿Le ha gustado al curioso lector el experimento de Sherif? Infórmese sobre el que hizo el profesor Ron Jones en 1967. Se llamaba la Tercera Ola, incluso se filmó una película sobre él.

No hay comentarios: