¿Es
sencillo inducir a la gente a formar ideas hostiles hacia quienes no forman
parte de su grupo, llámese raza, nación, sexo, forofo de un equipo de fútbol o de
cualquier otra cosa? En el año 1954 Muzafer Sherif y Carolyn Sherif hicieron un
famoso experimento, titulado la Cueva de los ladrones, para comprobarlo. Los
investigadores eligieron veintidós varones de doce años con similares
experiencias vitales; ninguno se conocía
previamente. Los dividieron en dos conjuntos que instalaron en áreas separadas
de una residencia de verano.
El
experimento constaba de tres fases: formación de grupos, fricciones entre
grupos, cooperación entre grupos. Después de tres días, en ambos grupos aparecieron
espontáneamente jerarquías sociales internas. Las actividades de la segunda
fase, que incluían competiciones deportivas entre ambos grupos, pronto tuvieron
que suspenderse debido a su éxito: se exacerbó tanto la hostilidad entre ambos
grupos (insultos, peleas) que los investigadores temieron por la seguridad de
los individuos. Para disminuir la fricción y promover la solidaridad los
investigadores introdujeron tareas (que llamaron metas superordenadas) que requerían
la cooperación entre los grupos. Una meta superordenada es un objetivo que deben
alcanzar ambas partes, y que no pueden conseguir por separado: en concreto,
resolver la escasez de agua, desatascar un camión para que vuelva a circular o comprar
una película para proyectar. La colaboración provocó que disminuyese el
comportamiento hostil; los grupos se entrelazaron tanto que al final del
experimento los muchachos insistieron en volver a casa todos en el mismo
autobús.
Los
resultados experimentales son al mismo tiempo aterradores y esperanzadores: por
una parte, cuando los grupos compiten, los miembros de cada uno exhiben
actitudes inamistosas u hostiles hacia los miembros del otro; pero por otra, si
se plantean metas superordenadas, los grupos suspenden las hostilidades y cooperan
para alcanzar las metas. Podemos observar el efecto después de terremotos, de
tsunamis o de cualquier catástrofe: las personas se solidarizan y contribuyen a
solucionar los problemas; así mismo, un caso particular, el efecto del enemigo
común tiene una larga historia como herramienta para movilizar a los ciudadanos:
consiste en organizar una meta superordenada para defenderse de un ataque
inminente (sea una agresión armada o –quiero ser optimista- el cambio
climático).
¿Le
ha gustado al curioso lector el experimento de Sherif? Infórmese sobre el que
hizo el profesor Ron Jones en 1967. Se llamaba la Tercera Ola, incluso se filmó
una película sobre él.
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