¿Sabe el curioso lector que una
misma reacción química proporciona los productos que comemos y respiramos?
¿Quién la descubrió? ¿Cuándo lo hizo? El científico Joseph Priestley comenzó la tarea en 1772:
“He estado tan contento de que, por accidente, haya dado con el método de
restaurar el aire que había sido dañado por la combustión de una vela, y haber
descubierto por lo menos uno de los restauradores que la naturaleza emplea para
este propósito: la vegetación”. El
investigador había dado la primera explicación correcta de la causa por la cual
el aire de la Tierra ha permanecido saludable durante millones de años.
Priestley había descubierto el sistema de ventilación del planeta: cómo el aire, continuamente
viciado, es constantemente purificado por los vegetales. Sin embargo, sus resultados no fueron
confirmados hasta el 1779, año en que Jan Ingenhousz escribió: “Observé que las
plantas no sólo tienen la propiedad de restaurar el aire viciado en seis o diez
días, como lo indica el experimento del Dr. Priestley, sino que pueden realizar
este importante papel de un modo completo en unas cuantas horas; que esta
maravillosa operación… se debe…a la influencia de la luz del Sol sobre la
planta”. Falta por aclarar que hoy llamamos dióxido de carbono y oxígeno a lo
que en aquella época identificaban como aire viciado y aire puro. Unos años
después, en 1796, Ingenhousz reconoció que, bajo la luz del Sol, las plantas
absorben el carbono del dióxido de carbono “expulsando en este momento sólo el
oxígeno y manteniendo el carbono para su propio alimento”: las plantas no sólo
purifican el aire mediante la luz, también producen nutritivos compuestos orgánicos. Nicolás Theodore de Saussure dio otro paso en el 1804; mediante
cuidadosos experimentos demostró que el peso de las plantas aumentaba en una cantidad
mayor que la cantidad de dióxido de carbono que habían tomado; atribuyó la
diferencia al agua: el agua –concluyó- intervenía en el
proceso.
Hoy
sabemos que la fotosíntesis, la reacción química que hacen
los vegetales, mediada por la luz del Sol, entre el dióxido de carbono y el
agua, además del imprescindible oxígeno que respiramos, convierte en materia orgánica en torno a cien mil millones de toneladas de carbono inorgánico cada año. Sin la fotosíntesis no existirían las plantas, sin ellas no habría animales, en tal caso... el escritor no podría escribir estas reflexiones.