sábado, 24 de junio de 2017

¿Hienas o leones?


Londres está infestado de zorros, Chicago de coyotes, Delhi está sitiada por monos, Adís Abeba, en cambio, está plagada de hienas. En cierto sentido, estos inteligentes carnívoros prestan un servicio útil a la comunidad pues no sólo controlan la población de perros callejeros y gatos silvestres, sino también consumen los cadáveres de los animales abandonados. En el segundo decenio del siglo XXI se estima que ya viven en la ciudad africana entre trescientas y mil, y son peligrosas; además –seguro que pensará el melindroso lector- son antipáticas, crueles y cobardes. Algunos etíopes tienen, al respecto, unas opiniones más extremadas: creen que cada herrero es un mago capaz de convertirse en una hiena, para saquear las tumbas a medianoche y cenar los cadáveres. Sí, un animal cuyos gritos nocturnos parecen risotadas macabras no puede ser popular para los humanos, y esa falta de empatía también afecta a los científicos. Comprobémoslo. ¿Quién no prefería que se le comparase al león antes que a una hiena? La caza tiene una imagen más noble que la búsqueda de carroña y, a primera vista, también es más provechosa. La expresión “el hombre cazador” halaga nuestros oídos. ¿Qué mejor modo de afirmar nuestro éxito evolutivo que describir a nuestros primitivos antepasados como poderosos cazadores? Muchos antropólogos coinciden en que comer la carne de grandes animales contribuyó a formar el entorno físico y social donde se seleccionó los rasgos que diferencian a los humanos de los otros primates. Ahora bien, cómo fue adquirido el alimento rico en proteínas de alta calidad ¿mediante la caza o el carroñeo? Por desgracia, la respuesta que nos proporcionas la hipótesis del hombre cazador se basa más en los prejuicios que en el estudio de los restos fósiles o en la evaluación de la ecología del forrajeo. Las conclusiones de los últimos observadores difieren de la teoría cazadora: hace dos millones de años el carroñeo tal vez haya sido más común que la caza. Los utensilios de piedra tallada, la práctica de descuartizar y trocear grandes animales y el crecimiento desmesurado del cerebro en los homínidos aparecen por primera vez en ese período. De ser cierta esta hipótesis, los homínidos quizás empezaron a desbancar a las hienas consiguiendo llegar los primeros a las carroñas, tesis abonada, hasta cierto punto, por la extinción  de varias especies de hienas en la misma época. ¡Qué le vamos a hacer!


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