¿Sospecha,
el matemático lector, que puede haber alguna relación entre los números primos siete,
once, trece, diecisiete... y las cigarras? Seguro que no. Pues bien, yerra: en
los Estados Unidos, algunas especies de cigarras hacen coincidir la duración de
sus ciclos vitales con diferentes números primos. La razón de esta inesperada
sincronía matemática consiste en evitar que los ciclos de cría coincidan con números
pares (y, por lo tanto, más previsibles): las cigarras consiguen así que sus
depredadores tengan más dificultades para descubrir sus pautas. Sí, me gustan
las conexiones inesperadas, y una de ellas radica en un inesperado vínculo entre
la Amazonia y el Sahara.
En
América del Sur prospera el bosque lluvioso más extenso del mundo; la
exuberante cuenca amazónica posee una inigualable diversidad biológica. Al otro
lado del océano, ocupando el norte de África, el desierto del Sahara tiene uno
de los climas más inhóspitos del planeta; sus arenas en movimiento constante, sus
áridas mesetas y sus desnudos picos rocosos contienen poca lluvia, escasa vegetación
y exigua vida. Cuesta imaginar que tan diferentes lugares estén conectados por
un intermitente río de polvo atmosférico de casi diecisiete mil kilómetros de
longitud. Cada año, los intensos vientos del Sahara envían enormes nubes de
polvo en un viaje transatlántico hacia la cuenca del Amazonas. En parte
originario del lecho de un antiguo lago sahariano, el polvo del desierto, rico
en fósforo resulta esencial para el crecimiento de las plantas; depositado en
la Amazonia cada año, ayuda a reducir el déficit de fósforo del bosque. Los
restos de organismos africanos muertos hace mucho tiempo proporcionan
nutrientes cruciales al bosque americano. ¡Quién lo iba a decir! Los científicos
han cuantificado que, cada año, se depositan veintisiete millones de toneladas con
siete décimas en la cuenca del Amazonas, el quince por ciento del total de
polvo que abandona el Sahara.
¿Afecta
el cambio climático a este fenómeno? Tal vez, pues la cantidad de polvo que atraviesa
el Atlántico varía; y la razón de la variabilidad podría hallarse en el Sahel,
la franja de tierras semiáridas que ocupa la frontera sur del Sahara: los
investigadores han hallado que cuanto más llueve en el Sahel, menor cantidad de
polvo viaja. ¿A qué se debe la correlación? Los científicos confiesan, por
ahora, su ignorancia.