sábado, 28 de mayo de 2016

El cerebro adolescente


Las nuevas técnicas para observar el cerebro nos han proporcionado datos inesperados. Nuestro cerebro, que se creía terminado hacia los seis años, tarda más tiempo en desarrollarse, en concreto, experimenta una reorganización entre los doce y veinticinco años; y los cambios avanzan desde la parte posterior hacia la frontal, o sea, desde las áreas que controlan la supervivencia hacia las áreas pensantes. Las neuronas multiplican por cien su velocidad de transmisión –debido a que mejora su aislamiento de mielina-, y se ramifican más, lo que multiplica las sinapsis (uniones neuronales) más utilizadas; al mismo tiempo las menos usadas se atrofian, poda que vuelve a la corteza cerebral (donde se produce el pensamiento) más fina, rápida y eficiente. Hay más reformas. El cuerpo calloso, que conecta los hemisferios izquierdo y derecho, se engrosa; se fortalecen los vínculos del hipocampo con las áreas frontales, mejorándose así la capacidad para integrar la memoria en las decisiones; en resumen, las áreas frontales desarrollan más conexiones y más rápidas, lo que significa que disponemos de más posibilidades de acción.
Los psicólogos explicaban el irritante comportamiento de los adolescentes argumentando que su cerebro, no terminado, trabajaba con torpeza. Ahora consideran una nueva hipótesis: el cerebro joven no es un esbozo, sino sumamente adaptable, preparado para la tarea de abandonar la seguridad del hogar. El gusto por las emociones fuertes (alcoholismo o abuso de drogas) y la propensión a correr riesgos (conducción temeraria) impulsa a los adolescentes al mundo exterior. Los jóvenes prefieren la compañía de sus coetáneos más que en cualquier otra época (la respuesta del cerebro a la exclusión del grupo es semejante a la que se observa en caso de amenaza o de falta de alimento), porque con gente de su edad vivirán la mayor parte de su existencia. El cerebro adolescente es muy sensible a la oxitocina, hormona que vuelve más gratificantes las relaciones sociales y a la dopamina, neurotransmisor que interviene en el aprendizaje: ambas explican la rapidez con que aprenden los jóvenes y su extraordinaria receptividad ante el éxito o el fracaso social. ¿Por qué las áreas frontales no funcionan  a pleno rendimiento cuando afrontamos los desafíos más difíciles? Porque el cableado neuronal se está actualizando y porque una vez terminada la reforma es mucho más difícil hacer cambios. La lenta maduración aumenta nuestra flexibilidad y nuestra capacidad de adaptación cuando salimos al mundo; si fuéramos más sensatos de jóvenes, seríamos más lerdos de adultos.

sábado, 21 de mayo de 2016

Filtración: depuradoras y mejillones


En 1827, unos profesores de la Universidad española de Cervera escribían, en una carta dirigida al rey Fernando VII: “lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir”. El optimista lector pensará que, afortunadamente, ya se promueven mejores usos y costumbres en nuestra patria. ¿Seguro? La Comisión Europea ha abierto varios expedientes a España por falta de depuración de aguas residuales en unos ochocientos núcleos de población; además, en 2015, nos ha demandado ante el Tribunal de Justicia por el incumplimiento de directivas vigentes desde la última década del siglo pasado, concretamente, sobre la falta de depuración de aguas residuales urbanas en siete zonas de Andalucía, Cataluña y Galicia con más de diez mil habitantes cada una. Y aún me queda por señalar que en el año 2010 (el último dato que conozco), España no depuraba el dieciséis por ciento de sus aguas residuales. Me avergüenza que los dirigentes de nuestro país no piensen que deben velar por la salud de sus habitantes y del ambiente. Si a esta penosa noticia añado que quien me la contaba preparaba café, se entenderá porque asocié ambos fenómenos con la filtración: porque las aplicaciones de la filtración abarcan desde los sencillos filtros domésticos de café, hasta los sistemas de tratamiento de agua destinada al suministro urbano. Antes de continuar aclararé que la filtración es un proceso que separa los sólidos que se mantienen en suspensión en un líquido mediante un medio poroso, medio que retiene los sólidos y permite el paso del líquido. Me la puedo imaginar como el paso del agua, que cae movida por la gravedad a través de un lecho de arena o un material granular similar, y que elimina protozoos, bacterias y partículas del agua.

No sólo los dispositivos artificiales son capaces de efectuar un buen filtrado de aguas, los animales también lo hacen, y algunos, como los mejillones, de forma modélica, pues llegan a filtrar hasta ciento noventa y dos litros de agua diarios cada uno. En la gallega ría de Arousa, el mayor productor mundial de este molusco, se extraen ciento sesenta mil toneladas anuales, estimo que unos cuatro mil millones de estos animales. Hago números y hallo que los mejillones extraídos de la ría durante un año tendrían la capacidad de filtrar setecientos millones de metros cúbicos de agua diarios, ciento sesenta mil veces el volumen de la ría (cuatro mil trescientos metros cúbicos de agua). ¡Que no está nada mal!

sábado, 14 de mayo de 2016

Beneficios cerebrales de la lectura


En el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de España puede leerse que, en la segunda década del siglo XXI, uno de cada tres españoles no lee nunca o casi nunca. Debe preocuparnos, porque leer aumenta la inteligencia: acrecienta la capacidad para detectar patrones o solucionar problemas y amplía la facultad de comprensión global. Además, la lectura contribuye a que nuestro cerebro se mantenga sano durante décadas: porque durante la lectura aumenta el flujo sanguíneo cerebral. Por si fuera poco, la lectura relaja, nos ayude a dormir; de hecho, nos sosiega más que pasear, escuchar música o manipular videojuegos. Si tú, entusiasta lector, has comenzado a leer de niño es muy probable que, de adulto, tengas mayores conocimientos, tanto académicos como prácticos; porque las historias de ficción tienen un planteamiento, una trama y un desenlace, es decir, una estructura que acostumbra a que nuestros cerebros en desarrollo piensen de forma secuencial y enlacen causa con efecto. Por último, la lectura nos vuelve mejores; leer novelas nos ayuda a comprender los pensamientos y sentimientos ajenos, sin que importe que las personas sean reales o imaginarias; porque hay un solapamiento entre las redes neuronales que se usan para entender las historias ficticias y las empleadas para relacionarnos con otros; sí, aunque parezca mentira, las novelas mejoran nuestra facultad de sentir empatía.

Se las prometían muy felices los instruidos habitantes del mundo civilizado hasta que los neurocientíficos y psicólogos dieron la voz de alarma: temen que nuestra capacidad de concentración y de leer en profundidad esté mermando debido al uso abusivo de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Los científicos trabajan con la hipótesis de que Internet, junto con la expansión de las redes sociales y teléfonos inteligentes, esté cambiando no solo nuestra forma de leer -rápida, superficial y saltando de una información a otra-, sino también nuestro cerebro. De numerosos experimentos efectuados en todo el mundo emerge el mismo patrón: es probable que la lectura profunda sea incompatible con la lectura en las pantallas y que sea más difícil concentrarse en ellas porque las redes sociales, los correos o los anuncios web compiten por la atención del lector. Ignoro la causa por la que, después de esta constatación, recordé una dedicatoria del escritor brasileño Joaquim Maria Machado de Assis: "Al gusano que primero royó las frías carnes de mi cadáver dedico con sentido recuerdo estas memorias póstumas".

sábado, 7 de mayo de 2016

Pérdida de suelos


            Recomiendo al lector inteligente que vea Home (hogar, en español). Este bello documental, estrenado en 2009 y dirigido por Yann Arthus-Bertrand, muestra cómo las actividades humanas se han convertido en una amenaza para el mantenimiento de la diversidad de la vida sobre la Tierra. El perspicaz lector probablemente sabe que la civilización humana necesita energía, agua y aire limpio; pero seguro que se ha olvidado del suelo; sin embargo, sin él no habría agricultura; porque los suelos, aunque parezca mentira, se forman –en miles de años- y destruyen –en decenios-; se trata de un recurso no renovable de tanta importancia -y tan desdeñado- que, para recordarlo, la ONU ha declarado año internacional del suelo al 2015.

Desde que los cazadores recolectores humanos abandonaron la vida nómada y decidieron construir aldeas y ciudades, hace unos doce mil años, eligieron sus asentamientos cerca del agua y de la tierra fértil. Los terrenos improductivos, frecuentemente promontorios, se dedicaban a la edificación; y así sucedió hasta la explosión demográfica del siglo XX. En el siglo pasado, el suelo productivo de la periferia de las ciudades se ha destruido sin mesura para acomodar a más de la mitad de la población mundial.

La roturación de tierras iniciada en el neolítico permitió aumentar la producción de alimentos y, por lo tanto, acrecentar la población humana desde unos diez millones escasos a los siete mil millones contemporáneos. Pero las distintas civilizaciones han arruinado y abandonado el suelo conforme perdía productividad; tanto destruyeron que, en la actualidad, un tercio de las tierras del planeta está degradado. Hoy, avanza más rápidamente la población mundial que la roturación de nuevas terrenos; en consecuencia, ha disminuido la disponibilidad de cultivos: en 1960, había cero coma cuarenta y cinco hectáreas cultivadas por persona; en 2010, la mitad. Aun reconociendo que la productividad se ha duplicado en el mismo periodo, si sigue el ritmo actual de degradación edáfica, dentro de veinticinco años la producción mundial de alimentos se habrá reducido un doce por ciento, con lo que no se podrá alimentar a la población mundial.

Para que no se reproduzcan en otros lugares las hambrunas del Sahel de los años setenta, provocadas por la pérdida de suelo, los organismos internacionales se han propuesto mantener la superficie de tierras productivas del planeta. Para lograrlo pretenden reducir los procesos de degradación y restaurar las tierras ya degradadas. Las intenciones son buenas, ojalá les acompañen los hechos.