Es
innegable la violencia potencial que caracterizaría una crisis de agua: porque
alrededor de cuatro décimas partes de la población mundial vive en cuencas de
ríos compartidas por varios países y porque la cantidad de agua disponible
permanece constante a pesar de que la población mundial aumenta. Expertos de
las Naciones Unidas han expresado sus temores de que estallen guerras por este infravalorado
recurso, como las que se han desencadenado por el petróleo. Por estas razonas
resulta un alivio saber que, en la segunda década del siglo XXI, la
desalinización del agua marina ya proporciona agua potable suficiente para
abastecer a una población de ciento ochenta millones de habitantes. ¿En qué consiste
el proceso?
Para
visualizar la ósmosis se puede hacer un experimento sencillo: tomemos una vasija
que dividimos en dos partes separadas mediante una membrana especial (los
técnicos la apellidan semipermeable porque permite el paso del agua y no de las
sustancias disueltas); llenamos con agua uno de los receptáculos y vertemos una
disolución azucarada en el otro. Comprobaremos que el agua fluye espontáneamente
hacia el recipiente azucarado. Si, en vez de una disolución azucarada, colocáramos
agua salada su lugar y le aplicáramos presión, el líquido fluiría en sentido
inverso: desalinizaríamos agua marina convirtiéndola en potable; a nadie
extrañará que los técnicos llamen ósmosis inversa a este proceso.
Las
membranas de las células animales y vegetales operan de una manera análoga:
dejan pasar las moléculas de agua (y de algunas moléculas pequeñas), aunque
resultan impermeables para otras sustancias disueltas; sustancias que crean una
presión (la presión osmótica) capaz de alcanzar grandes valores: sólo veinte
gramos de azúcar disueltos en un litro de agua desarrollarían una presión que
equilibraría una columna de agua de catorce metros de altura. El movimiento del
agua a través de la membrana, sino se regula, puede conseguir que algunas
células se arruguen y deshidraten por una pérdida excesiva del líquido, o bien
que se hinchen, hasta reventar, por un aumento desmesurado. Debido a la ósmosis,
el agua salada no quita la sed: porque las células de los riñones no pueden
eliminar orina cuya presión osmótica sea superior a la de los tejidos, al
contrario, eliminan más agua que extraen del cuerpo. También se debe a la
ósmosis la acción de las sales purgantes: como la pared del intestino es
semipermeable para ellas, extraen agua del interior del organismo hacia el intestino.
Sí,
la ósmosis interviene en más lugares de lo esperado.