La
curiosidad y el interés se aúnan para alentar la investigación del
comportamiento de la materia sometida a presiones muy elevadas. Interés porque
se requieren presiones extremas para forman los diamantes y curiosidad por averiguar
el comportamiento de la materia dentro de nuestro planeta o en las profundidades
de los planetas gigantes.
Para
reproducir las condiciones del interior de los planetas las sustancias deben comprimirse
a presiones que superan varios millones de veces la atmosférica; al hacerlo se
alteran las propiedades, la estructura atómica se modifica, los átomos (o las
moléculas) se aproximan, mengua el volumen. En el centro de la Tierra la presión
alcanza los tres millones y medio de veces la presión atmosférica, un millón
trescientas mil en el fondo del manto terrestre; no se requiere llegar a tales cotas
para formar diamantes; es suficiente con exponer materiales que contienen
carbono a presiones que varían de cuarenta y cinco mil a sesenta mil veces la
presión atmosférica, y a un rango de temperatura que va desde novecientos a mil
trescientos grados centígrados; condiciones que existen en el manto a
profundidades de ciento cuarenta a ciento noventa kilómetros. Siendo complicado
trabajar en tal escenario, debe solucionarse el problema técnico en los laboratorios; pero, para imitar a la naturaleza, no podemos olvidar que el
crecimiento necesita períodos de mil millones a tres mil millones de años, y
eso ya es harina de otro costal. ¡No!,
tales dificultades no muestran que seamos incapaces de sintetizar diamantes
artificiales: revelan que, para fabricarlos, hemos suplido la carencia de tiempo con ingenio.
El
estudio del interior de los cuatro planetas gigantes, como suele suceder, ha
sorprendido a los físicos. Urano y Neptuno no son planetas helados o gaseosos,
sino mundos acuáticos: bajo una atmósfera de hidrógeno y helio, existe un manto constituido por una disolución acuosa de metano y amoniaco que rodea a un
núcleo de roca y quizá metal. A partir del metano, y en las condiciones que
prevalecen en el interior de ambos planetas, se forman no sólo hidrocarburos,
sino también diamantes que se hunden en el fluido. Los físicos creían
que Júpiter y Saturno no tenían las condiciones necesarias para la síntesis de
diamantes; sin embargo, un nuevo estudio sugiere que las piedras preciosas
podrían flotar en el fluido de hidrógeno del interior de ambos planetas, y que incluso
algunas podrían haber crecido hasta alcanzar el tamaño de un iceberg. ¿Alguien
podría imaginar mundos con diamantes gigantescos?