En el siglo XX la
temperatura media de la superficie de la Tierra ha aumentado ocho décimas de grado, ¿cuánto más se calentará el
planeta? Para contestar a esta pregunta necesitamos conocer cómo reaccionará la temperatura ante el aumento de
la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero, principalmente del
dióxido de carbono emitido por los humanos. Los valores preindustriales (principios
del siglo XIX) del dióxido de carbono corresponden a doscientos ochenta ppm; en
el 2013, se alcanzaron cuatrocientos por primera vez desde que hay registros y
probablemente también por primera vez en millones de años según el examen geológico;
los expertos esperan que se duplique el valor preindustrial en algún momento
del siglo presente si la quema de combustibles fósiles continúa al ritmo
actual. La mayoría de la comunidad científica estima que un calentamiento de
dos grados centígrados por encima de las temperaturas preindustriales -el
momento en que la mayor parte del planeta quedará expuesto a las consecuencias
de un cambio climático- perjudicaría a la civilización: la alimentación, agua,
sanidad, territorio, seguridad nacional, energía y prosperidad económica quedarían afectadas; y
conjetura que alrededor de la mitad del siglo XXI se superará el umbral de
temperatura que nos separa de la catástrofe ambiental.
Ante
tal futuro quizá el escéptico lector quiera saber el grado de certeza de tan
sombríos pronósticos; después de todo sabemos que, a veces, los meteorólogos se
equivocan. Una importante diferencia entre la ciencia y otras actividades
humanas igual de dignas, pero menos fiables consiste en que los científicos
pueden dar cifras; pueden proporcionar cálculos que nos informan de la
seguridad de sus deducciones. Y eso hizo el profesor Shaun Lovejoy en el año
2014. Ha aplicado la matemática estadística -y no los habituales modelos
informáticos de los climatólogos-, a los datos históricos desde 1500, para determinar la probabilidad de que el calentamiento desde el año 1880 hasta hoy
se deba a una variabilidad natural. Su conclusión es tajante: la hipótesis del
calentamiento natural puede descartarse “con un nivel de confianza del noventa
y nueve por ciento”; y añade "Este estudio será un duro golpe para los
restantes negadores del cambio climático. Sus dos argumentos más
convincentes -que el calentamiento es de origen natural y que los modelos
informáticos están equivocados- directa o indirectamente entran en
contradicción con este análisis”.
El
calentamiento global continúa imparable y constituye un problema apremiante…
que parte de la humanidad se empeña en ignorar.