sábado, 26 de julio de 2014

Los xenobióticos y el efecto pomelo


El escritor sabe que los zumos de frutas naturales contienen abundantes vitaminas, minerales y agua; pero no es ésta la razón por mi desmesurada afición a ellos, sino porque me parecen exquisitos. Quien haya probado el zumo de pomelo habrá comprobado que su gusto es menos dulce que el de la naranja, menos ácido que el del limón y algo amargo. Mientras degustaba, sentado en una terraza, tan deliciosa bebida, me preguntaron por sus cualidades nutritivas. Cítrico y de color naranja, -pensé-. Sospecho -declaré a mi interrogador- que debe contener mucha vitamina C y provitamina A; más tarde, ya en mi casa, cuando quise comprobar la certeza de mis deducciones, una inesperada sorpresa se cruzó en mi camino.

Antes de continuar con mis confidencias bromatológicas debo aclarar una cuestión. El citocromo P450 3A4 (abreviado CYP3A4) no es el enzima más abundante de nuestro hígado, sin embargo, y a pesar de su enrevesado nombre, es uno de los más importantes actores que intervienen en el metabolismo de los xenobióticos y, en consecuencia, en su neutralización y eliminación. ¿Ignora el lector curioso qué son los xenobióticos? Se trata de compuestos sintéticos que no existen en la naturaleza; debo añadir, para ponderar su trascendencia, que, en el último siglo, los humanos hemos sintetizado unos ciento cincuenta mil compuestos químicos que se han diseminado por el medio ambiente. Sobra cualquier aclaración sobre la importancia del mencionado enzima para eliminar las sustancias extrañas del cuerpo y mantener nuestra salud.

Ahora ya puedo seguir con mi disertación. El pomelo contiene ciertos flavonoides (la naringina, causante del sabor amargo, entre ellos) que inhiben al CYP3A4. Los expertos denominan efecto pomelo a este singular fenómeno que también impide la transformación de algunos medicamentos en sus formas inactivas, y afecta, entre otros, a la cafeína, a la ciclosporina, a un antihistamínico, a algún antifúngico, al antibiótico eritromicina y a las estatinas (que reducen el colesterol). Como ya habrá deducido el astuto lector, al retardar su destrucción la concentración del fármaco en la sangre aumenta, se prolonga su acción, e incluso puede surgir una sobredosis.

Sí, cierto, la vitamina C, el beta caroteno (que se transforma en vitamina A en nuestro organismo) y el potasio abundan en el pomelo, pero el consumo que hago de esta fruta ha disminuido drásticamente.

sábado, 19 de julio de 2014

Reverberación: la calidez acústica


Enciendo mi equipo de música y, relajadamente sentado, espero a que el bel canto de Luciano Pavarotti llegue a mis oídos; lo hace a través de dos caminos: por vía directa y por vía reflejada en las paredes, el suelo o el techo de la habitación. Aclaro –al lector confuso- el significado de absorber y reflejar: cualquier sonido que llega a una gran ventana abierta la atraviesa: la ventana absorbe todo el sonido, nada refleja; por el contrario, un grueso, liso y pintado muro de hormigón, sería el equivalente acústico de un espejo: refleja todo, nada absorbe. Continúo con la disertación: cuando el sonido reflejado es inteligible como segundo sonido le llamo eco, pero cuando lo oigo juntamente con el original le denomino reverberación. ¿Y cuando sucede uno u otro fenómeno? Para que mi oído perciba dos sonidos como diferentes, deben llegar al tímpano con una diferencia de más de una décima de segundo, aproximadamente, si la diferencia es menor el oído interpreta como uno lo que en su origen eran dos (persistencia acústica); deduzco que, para que se perciban los dos sonidos como distintos, la diferencia entre el recorrido directo y el reflejado debe de ser superar los treinta y cuatro metros (es la distancia que el sonido recorre en cada décima de segundo). Tenemos entonces que, por encima de diecisiete metros de separación entre una pared y yo (diecisiete de ida y otro tanto de vuelta suman treinta y cuatro), escucho el eco; por debajo de esa distancia, detecto la reverberación.

El sonido, al ser absorbido por las paredes y el aire de un local cerrado, decae lentamente hasta que deja de ser oído después de un gran número de reflexiones; los expertos miden el tiempo que tarda la intensidad sonora en disminuir cierta cantidad desde que se enmudece la fuente emisora: lo llaman tiempo de reverberación y recibe una consideración especial en el diseño arquitectónico de los salones de conciertos; porque la reverberación, al modificar el sonido original, mide la calidez acústica de la sala, dicho con otras palabras, nos informa de la suavidad y melosidad de la música. El melómano la notará en las salas grandes y poco absorbentes y apenas la apreciará en las salas pequeñas y muy absorbentes.

El río corre rumoroso por la vega, a su orilla silban los pájaros y croan la últimas ranas de la tarde… melancólicamente rememoro los sonidos que alegran al cansado caminante.

sábado, 12 de julio de 2014

Misteriosa desaparición de las abejas


Sucedió en una apartada región de China a finales del siglo pasado. El uso intensivo de plaguicidas ha matado a las abejas: los perales no dan fruta porque no hay quien los polinice. Amenazados por la ruina, los campesinos no tienen más remedio que polinizar cada flor… ¡con las manos! Imagine el atónito lector cientos de agricultores recolectando polen y después espolvoreando cada flor con un plumero impregnado de polen. Me canso sólo de pensarlo. Añadiré que las abejas de una única colmena polinizarían tres millones de flores en un solo día.

Sí, amigo lector, la polinización es una tarea fundamental para mantener la vida, porque sin ella la mayoría de las plantas con flores no se reproducirían: tres da cada cuatro plantas (las frutas y verduras que comemos están incluidas) dependen de los insectos para que el polen que fabrican los órganos masculinos llegue a los órganos femeninos. Y las diferentes especies de abejas, en especial la abeja melífera, son los polinizadores más eficientes; porque son vegetarianas, generalistas y porque muchas flores están adaptadas a ellas, es habitual que las abejas domésticas efectúen entre el sesenta y el noventa por ciento de las visitas que las flores de los cultivos reciben de los polinizadores.

En el siglo XXI una enfermedad -el síndrome del despoblamiento de las colmenas- está poniendo en peligro la polinización en el planeta: así consta en el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). La tasa de mortalidad de las colmenas se ha elevado hasta un cincuenta por ciento;  Estados Unidos constituye un ejemplo de lo que sucede en el resto del mundo: a mediados del siglo XX tenían unos seis millones de colmenas, sólo en 2007 perdieron medio millón y le quedaban dos millones; también han constatado la pérdida del noventa por ciento de los enjambres silvestres. Hay consenso en el hecho, no lo hay en cuanto a la causa. Unos investigadores apuntan a la malnutrición de las abejas debido a los monocultivos; se trata del virus IAPV o del DWV, añaden otros; Mariano Higes considera que el hongo Nosema ceranae reproduce la enfermedad; una cuarta hipótesis apunta a una inmunidad deprimida por el uso de plaguicidas. En cualquier caso, la causa se atribuye a la intervención humana.

Añadiré que, en España, los productos apícolas producen unos cien millones de euros anuales, y que el beneficio de la polinización para el sector agrario supera los cuatro mil millones.

sábado, 5 de julio de 2014

El oráculo de Delfos y el etileno


Creso, considerado el hombre más rico de su tiempo, era el rey de Lidia en el VI a. C. Ante la amenaza de invasión por parte de Ciro, rey de Persia, envió un mensajero a Delfos para consultar al oráculo sobre el resultado de la guerra. Pronto le llegó la respuesta: “Si conduces un ejército al oriente se destruirá un imperio”. Creso interpretó que le auguraba la victoria; se enfrentó a los persas en el río Halis y, efectivamente, se perdió un imperio: el suyo.
El más importante centro religioso del mundo griego antiguo, el poderoso oráculo, moraba en el templo de Apolo, en Delfos. Generales, comerciantes y políticos solicitaban consejo al interlocutor de los dioses, a la pitonisa, cuya inspiración profética la tradición atribuía a los efluvios de un gas que salía de una grieta del terreno. ¿Tiene alguna consistencia científica esta explicación? Durante casi todo el siglo XX los científicos la desacreditaron y calificaron de mito la posibilidad que saliesen vapores de una grieta del suelo en Delfos. Ulteriores investigaciones, a finales del siglo pasado, muestran que la explicación era extraordinariamente certera: se han identificado dos fallas geológicas que se cruzan bajo el lugar del emplazamiento del oráculo; más aún, es muy probable que de los estratos calizos de la zona, ricos en elementos petroquímicos, emanara gas etileno, que podría haber surgido a través de las grietas abiertas por las fallas. Ya se ha encontrado el etileno en las fuentes de la zona, ¿y bien? El etileno, un gas incoloro de olor dulzón, es el primer gas anestésico descubierto por los científicos: su inhalación produce insensibilidad y puede causar dolor de cabeza, mareo, fatiga, sensación de desmayo, confusión y pérdida de conocimiento. Así se explican los trances (por intoxicación) de las pitonisas.
Pero la naturaleza siempre nos acaba sorprendiendo. El etileno, el compuesto orgánico más utilizado en la industria química, también se halla de forma natural en las plantas: es la fitohormona vegetal responsable de los procesos de la maduración de los frutos, del envejecimiento de hojas y flores y de la caída del fruto. El fundamento científico de que una manzana podrida eche a perder el cesto se halla precisamente en este sencillo compuesto químico: el etileno que desprende una fruta madura acelera la maduración de las frutas que la rodean. Comienzo indagando por las causas del trance de las pitonisas y acabo degustando manzanas. ¡Quién lo iba a decir!