sábado, 28 de junio de 2014

Glutatión, antioxidante ejemplar


El saludable lector sabe que los antioxidantes son sustancias fundamentales para mantener su salud; sin embargo, probablemente desconoce que sus propias células sintetizan el mejor antioxidante, el glutatión. Formidable protector contra los radicales libres y subproductos oxigenados, se trata de una molécula que se presenta en dos estados, uno reducido (GSH) y el otro oxidado (GSSG), cuyas cantidades se hallan en la proporción de nueve a uno. Los biólogos ya saben que una enzima regenera el GSH –la forma activa- a partir del GSSG -la pasiva- y también que una disminución de esta proporción indica que la célula está sometida a un perjudicial estrés oxidativo.

En principio, todas las células del cuerpo pueden elaborar glutatión en cantidad suficiente para atender sus necesidades a partir de sus componentes los aminoácidos cisteína, ácido glutámico y glicina; no obstante, la producción puede quedarse corta ya por la escasez de precursores ya por un consumo excesivo-; en tales casos la protección antioxidante resulta insuficiente, se dañan las células y se desarrollan graves enfermedades. Evite en lo posible -el lector saludable- los tóxicos químicos, las radiaciones ionizantes, el tabaco, los metales pesados, el exceso de hierro, la malnutrición, los esfuerzos deportivos excesivos y los fármacos, también las enfermedades, infecciones, lesiones, operaciones, quemaduras o cualquier circunstancia que provoque un estrés oxidativo continuado: porque el cuerpo consume grandes cantidades de glutatión.

Fijémonos cómo opera esta singular molécula en algunos órganos concretos. El glutatión del hígado -el mayor almacén del antioxidante- se une a muchos xenobióticos (compuestos extraños) para hacerlos solubles en agua y excretarlos rápidamente en la orina: así evita que compuestos potencialmente tóxicos se acumulen y dañen las células hepáticas. Tras entrar en contacto con el antígeno, los linfocitos del sistema inmunitario se multiplican rápidamente y producen anticuerpos, actividades que demandan mucho oxígeno y generan oxidantes que debe eliminar el glutatión. Los pulmones también requieren GSH para protegerse de su elevada exposición al oxígeno del aire. Las células del cerebro consumen mucho oxígeno y, por si fuera poco, son muy vulnerables a los radicales libres debido a que contienen numerosos ácidos grasos poliinsaturados; el mecanismo antioxidante del glutatión resulta esencial para evitar su autodestrucción, un fenómeno presente en numerosas afecciones neurodegenerativas.

Termino con un aviso a los consumidores habituales de paracetamol: el analgésico baja de forma drástica la cantidad de glutatión hepático.


sábado, 21 de junio de 2014

Glaciaciones y confusiones


Utilizar la misma palabra con dos significados diferentes conduce a la confusión, sobre todo a los profanos. Glaciación, en geología, es un intervalo de tiempo durante el cual existen casquetes glaciares en uno o ambos hemisferios terrestres. Si aplicamos esta definición deducimos que la época actual es una glaciación, porque tanto en la Antártida como en el Ártico hay casquetes glaciares. En arqueología y antropología glaciación tiene otro significado: se trata de los períodos de tiempo de los últimos millones de años, en los que el hielo cubrió parte del norte de Eurasia y Norteamérica; ateniéndonos a este nuevo significado la glaciación más reciente terminó hace aproximadamente diez mil años. En conclusión, vivimos en una glaciación según la ciencia geológica, si bien en otro contexto podemos leer que la última glaciación ya terminó.

Una glaciación, según los geólogos, es un periodo durante el cual baja la temperatura media de la superficie de la Tierra, dando como resultado la existencia de casquetes polares: la glaciación en la que estamos inmersos comenzó hace quince millones de años y en ella estamos… si el dióxido de carbono que se está acumulando a la atmósfera no acaba con ella. Ahora bien, dentro de la glaciación existen lapsos de tiempo más fríos y más cálidos, a los que llamamos periodos glaciales e interglaciales. El último periodo glacial o última edad de hielo empezó hace ciento diez mil años, tuvo su apogeo hace veinte mil y colapsó hace unos diez mil: el clima se enfrió, los casquetes de hielo se extendieron ocupando extensas zonas, y una regresión marina disminuyó la superficie de océanos. Mientras los Andes patagónicos, Escandinavia, Nueva Zelanda, los Alpes, las Montañas Rocosas, la región norteamericana de los grandes lagos, Islandia, las Islas Británicas, además de Groenlandia y la Antártida quedaron cubiertas por hielo; muchos estrechos, archipiélagos e islas quedaron sin cobertura líquida; y por lo tanto, zonas cercanas quedaron conectadas: Nueva Guinea se unió a Australia-Tasmania, Filipinas a Indonesia, Japón a Corea. Incluso entre Asia y América, el estrecho de Bering se convirtió en un puente durante dos breves lapsos de tiempo (de cuatro mil y quince mil años), suficientes para que los primeros humanos y otras especies procedentes de Asia pudieran atravesarlo y llegar a América.

Amigo lector, la mayor parte de tus antecesores humanos vivieron durante el último período glacial –que no última glaciación-: un tiempo áspero, desapacible y apasionante.

sábado, 14 de junio de 2014

Colesterol bueno, colesterol malo


La molécula de colesterol es imprescindible para la vida animal; lo afirmo así de rotundo. Y lo es debido a las numerosas funciones que ejerce: componente de las membranas de las células, precursor de la vitamina D y, por lo tanto, esencial para absorber calcio, y precursor de las hormonas sexuales progesterona, estrógenos y testosterona, y de las hormonas de la corteza de las glándulas suprarrenales cortisol y aldosterona. El cuerpo humano no sólo sintetiza el colesterol, sino que lo hace de una forma regulada: la alta ingestión disminuye su producción y viceversa. Además, se deshace de él convirtiéndolo en las imprescindibles sales biliares, que se desechan con las heces fecales.

La mala fama del colesterol se debe a que los médicos han averiguado que las enfermedades cardiovasculares, infartos incluidos, pueden comenzar con una inflamación de las arterias que estrecha su diámetro interno, debido al depósito de colesterol en sus paredes (aterosclerosis llaman a este síndrome). Dedujeron del hecho que el exceso de colesterol en la sangre debería ser malo; sin embargo, hallaron que su concentración en el plasma sanguíneo (entre ciento cincuenta a doscientos miligramos cada decilitro en individuos sanos) no guarda relación con el riesgo de la enfermedad. Se trata de un asunto más complejo: el colesterol plasmático existe en forma de grandes partículas: unas, las lipoproteínas de baja densidad (LDL), transportan el colesterol desde el hígado a los tejidos, otras, las lipoproteínas de alta densidad (HDL), hacen el recorrido inverso; una concentración sanguínea alta de las primeras, popularmente conocidas como colesterol malo, causa aterosclerosis y aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares; las segundas, conocidas popularmente como colesterol bueno, protegen el sistema cardiovascular. Me apresuro a indicar, pensando en el lector aprensivo, las concentraciones recomendadas de ambas: menor que cien miligramos cada decilitro para la LDL y mayor de sesenta para la HDL.

No puedo abandonar el tema sin mencionar la teoría expuesta en el artículo “Colesterol LDL: ¿Colesterol “malo” o mala ciencia?”. Su autor, Anthony Colpo, considera que atribuir la causa de la aterosclerosis al colesterol LDL es una hipótesis simplista y científicamente insostenible; el heterodoxo investigador estima que la LDL oxidada existente en el plasma, que depende del estado antioxidante de cada individuo, es la causa de la aterosclerosis. El escritor, indeciso, se aplica a sí mismo la máxima de Ludwig Wittgenstein: “de lo que no se puede hablar se debe guardar silencio”.

sábado, 7 de junio de 2014

Entrelazamiento cuántico


Las leyes de la física clásica, las que gobiernan la realidad, dejan de funcionar en el reino de lo minúsculo; allí la lógica no sirve. El entrelazamiento cuántico es uno de esos incomprensibles fenómenos que presentan las partículas que componen la luz (los fotones) y la materia. Los físicos saben que la polarización de los fotones puede ser diestra (D) o zurda (Z); y no importa el significado de polarización ni de diestro o zurdo para la comprensión del fenómeno: solamente nos interesa que, en que una colección de fotones al azar, hay una mezcla de D y Z; y que podemos conseguir fotones exclusivamente Z o D de una manera sencilla. Hasta aquí nada sorprendente; pero los físicos han aprendido a obtener una pareja de fotones (el nombre técnico, entrelazamiento cuántico, es lo de menos) harto curiosa: saben que el par consta de un D y un L, aunque ignoran la polarización de cada uno, y también saben que si miden el estado de uno (D o Z), automáticamente el estado del otro será el contrario (Z o D). Todo sucede como si uno de los fotones le comunicara al otro la polarización que debe adoptar; con la dificultad añadida que la comunicación es instantánea y no importa cuál sea la distancia que separa ambos fotones.

En 2013 un nuevo experimento ha demostrado que el entrelazamiento cuántico también puede hacerse cuando la separación entre partículas es temporal en vez de espacial. En un principio los físicos produjeron dos fotones entrelazados (que llamaremos 1 y 2), y midieron la polarización del fotón 1 (que destruyeron). A continuación, generaron otro par de fotones entrelazados (3 y 4) y entrelazaron el fotón 3 con el superviviente de la primera pareja, el fotón 2. Al hacerlo, hallaron que el estado del 4 siempre era el opuesto del 1. Dedujeron que ambos fotones (1 y 4) estaban entrelazados… a pesar de que el fotón 1 ya no existía.

¿La utilidad práctica? Por ahora ninguna. El famoso científico, Michael Faraday, contestó de esta manera a un político: “Señor, yo no sé lo que es útil. Pero de una cosa estoy completamente seguro, algún día va a cobrar impuestos por esto". Y recuerde el lector ingenuo que los generadores, que producen más del noventa y cinco por ciento de la energía eléctrica actual, se basan en los experimentos de Faraday.