El
sorprendido turista ve a las salamanquesas -unos lagartos tropicales- trepar
por los árboles, incluso las observa caminar por el techo de la habitación de
su hotel; quizá en ese momento se pregunte por qué se adhiere el reptil a las
paredes. ¿Tendrá ventosas en las patas? ¿Alguna sustancia pegajosa? Nada de
eso.
Hago
un inciso para recordar al olvidadizo lector cómo observar la polarización
eléctrica de la materia: frote un bolígrafo de plástico con un trapo de lana,
acérquelo a unos trocitos de papel y mire. El bolígrafo adquiere carga negativa
al arrancar electrones de la lana; al aproximarlo al papel, éste acumula carga
positiva en la zona cercana al bolígrafo –siendo atraído por él- y carga
negativa en la opuesta: el papel se polariza. El físico Johannes van der Waals
postuló que entre las moléculas, aunque no tengan carga eléctrica, operan
ciertas fuerzas que se deben a la polarización; unas, las moléculas asimétricas,
porque tienen una acumulación de carga eléctrica en alguna región (se les llama
moléculas polares), y otras, las moléculas simétricas, porque, si bien no
tienen polaridad, sí tienen capacidad para tenerla (son polarizables): sus
electrones, en perpetuo movimiento, crean regiones cargadas al tratar de evitarse.
Estas fuerzas, nombradas de Van der Waals en honor a su descubridor, son poco
intensas, de corto alcance, atractivas siempre y proporcionales al área de la
superficie de contacto entre los objetos.
Retomo
el hilo del discurso. La naturaleza ha diseñado las extremidades de la
salamanquesa de una manera muy ingeniosa. Los dedos de la pata del animal están
cubiertos de láminas, cada lámina cuenta con púas, hasta medio millón en cada
pata, y cada púa contiene mil filamentos hechos con moléculas: con esta
estructura, la superficie de contacto entre el lagarto y la pared es enorme, y con
ello la adherencia debida a las fuerzas de Van der Waals; tanto es así que las
patas podrían aguantar el peso de un objeto de cuatro kilos… cuando el reptil
apenas llega a sesenta gramos.
Estas
inéditas fuerzas no solamente se manifiestan en las salamanquesas, sino también
en las motas de polvo que se pegan a los muebles o en dos placas de vidrio
pulido que, colocadas juntas, nos cuesta separar. Como
habrás adivinado ya, astuto lector, los ingenieros se prestan a imitar a la
naturaleza y están diseñando un robot con patas que sea capaz de desplazarse
por las paredes.