sábado, 27 de agosto de 2011

Piña: medicina inesperada

     La comida de los europeos no sería la misma sin la patata o el tomate americanos; la piña (por otro nombre ananás), un cultivo tropical de idéntico origen, también reclama un lugar entre los alimentos privilegiados. Pedro Simón escribió en el año 1627: “Llamáronle los españoles piñas por lo mucho que por de fuera se parecen a las piñas de los piñones, aunque en todo lo demás no se parecen en nada.” La exquisita piña es refrescante (un ochenta y cinco por ciento es agua) y dulce (debido a los carbohidratos) con un toque ácido; además, contiene fibra, vitaminas B y C, potasio, magnesio, yodo y una sustancia de propiedades sorprendentes: la bromelina.

     Muchas personas toman la deliciosa piña después de una comida copiosa porque creen que ayuda a digerirla; no se equivocan; la bromelina es una enzima que deshace las proteínas -de igual manera que la pepsina del jugo gástrico-. Y no espere el resabiado lector que esta enzima sea digerida con el resto de los alimentos, el cuarenta por ciento se absorbe intacta en el intestino. Además, los investigadores han comprobado que la bromelina es un eficaz agente antiinflamatorio en contusiones, edemas, hematomas, lesiones, traumatismos y en todos los procesos que afectan a los músculos y al esqueleto; también ayuda a reducir la inflamación post-operatoria e incluso auxilia en el tratamiento de la artritis reumatoide. Aclaro al lector curioso que aún no se han logrado identificar el mecanismo por el que actúa, pero existen sospechas; inhibe las prostaglandinas que causan inflamación; estimula la formación de la enzima que degrada la proteína que envuelve el área inflamada; y también reduce la síntesis de bradicinina, responsable local de los síntomas típicos de la inflamación en los tejidos, tales como el hinchazón, el enrojecimiento, el calor y el dolor. Se necesita más investigación para demostrar otros efectos; pero no es desdeñable que ya se haya comprobado que mejora la absorción, y por tanto la eficacia, de los antibióticos por vía oral.

     Acabo este comentario invocando la opinión del capitán Gonzalo Fernández de Oviedo, fallecido en 1557, que espero comparta el lector goloso: “Esta es una de las más hermosas fructas que yo he visto en todo lo que el mundo he andado… ni pienso que en el mundo la hay que se le iguale en estas cosas juntas que agora diré… hermosura de vista, suavidad de olor, gusto de excelente sabor”.

sábado, 20 de agosto de 2011

Diez experimentos hermosos

Robert P. Crease preguntó a los lectores de la revista Physics World cuál era el experimento físico más hermoso. Cinco de los diez más populares no aportan ninguna novedad, sólo confirman que una teoría científica no es conocimiento especulativo; y esa es la diferencia entre la ciencia y otras formas de conocimiento. ¡No es poco! Voy a comentarlos.

Los científicos griegos del primer milenio antes de Cristo tenían pruebas para suponer que la Tierra era esférica; pero había que demostrarlo y medir su tamaño. Hace dos mil trescientos años Eratóstenes observó que, durante el solsticio de verano al mediodía, en un lugar del trópico (Siena, la actual Asuán), un palo no proyectaba sombra; pero sí la daba, un palo idéntico, en Alejandría, en el mismo momento: la única explicación posible consistía en que la Tierra fuera una esfera. Un ayudante contó los pasos que separaban ambas ciudades: con ese dato y el tamaño de la sombra (siete grados) calculó la longitud de la circunferencia terrestre.

Newton había ideado una teoría de la gravedad, según la cual dos objetos cualesquiera, astronómicos o terrestres, se atraían. ¿Sería cierto? Cavendish lo comprobó en 1798: en su laboratorio midió la fuerza con que se atraían dos bloques.

Louis de Broglie sugirió que los constituyentes de la materia, los electrones, protones y neutrones, no sólo eran partículas, o sea, minúsculas bolitas,  sino también ondas. Jönsson, en 1961, hizo pasar un haz de electrones por dos rendijas paralelas y observó en la sombra, no dos rayas, sino un conjunto de rayas claras y oscuras: los electrones mostraban la conducta de las ondas.

La electricidad que circula por un cable metálico consiste en un flujo de partículas elementales de electricidad que hemos llamado electrones. Millikan lo demostró en 1909: midió la carga de cada uno de los electrones que portaban unas gotitas de aceite.

Un observador iletrado afirma que el Sol gira alrededor de la Tierra y así lo creyeron los humanos por milenios, hasta que Aristarco primero y después Copérnico, Kepler y Galileo aseguraron que la Tierra, y no el Sol, giraba: había que comprobarlo. Bernard Foucault, en 1851, colgó una enorme esfera metálica de la cúpula del Panteón de París y la hizo oscilar; si la Tierra permaneciese quieta no notaríamos cambio alguno, pero si el planeta girase, el plano de oscilación del péndulo también lo haría. Reconozco que siempre que contemplo un péndulo de Foucault (el del planetario de La Coruña es precioso) quedo maravillado.

sábado, 13 de agosto de 2011

Derecho a la vida

Sostengo que todos los animales tienen derecho a la vida y que los humanos no debemos atribuirnos el poder de decidir sobre la supervivencia o extinción de una especie; fíjese bien el lector meticuloso que no me refiero a la vida o muerte de un individuo concreto, sino a una especie. Ya he declarado mis escrúpulos, ahora debo reconocer mis filias y fobias entomológicas.
Vayamos con las primeras. Los insectos pueden encontrarse en casi todos los ambientes terrestres, tal vez por eso, desde hace millones de años  las plantas con flores y los insectos han iniciado una asociación sumamente estrecha. Para que pueda ocurrir la polinización y, por ende, la generación de nuevos descendientes, es necesario que los granos de polen sean transportados de una planta a otra; el viento, en unos vegetales, y los insectos, en otros, son los agentes encargados del transporte. Sin insectos, probablemente más de un centenar de miles de especies vegetales se extinguirían. Declaro mi admiración hacia estos beneficiosos animalitos.
Aunque se estima que quedan por descubrir entre seis y diez millones de nuevas especies, en estos momentos, los insectos constituyen el grupo animal más diverso de la Tierra, hay, aproximadamente, un millón especies (compárese con las cuatro mil quinientas de mamíferos) de mariposas y polillas, moscas y mosquitos, escarabajos y mariquitas, abejas, avispas y hormigas, chinches, pulgones y cigarras, saltamontes y grillos, libélulas y caballitos del diablo; más que todos los demás grupos juntos. Resulta fácil reconocerlos; debe contarse el número de patas: seis, mientras que los escorpiones, garrapatas y arañas tienen ocho, y muchas, los ciempiés y milpiés. Añadiré otros datos, para demostrar que los insectos son inusitadamente abundantes: por cada persona hay doscientos millones de ellos; la Tierra alberga mil billones de hormigas; en una hectárea de la selva amazónica viven trescientos millones de individuos. ¿Increíble? ¡Cierto!
Y ahora las fobias: varias especies de insectos nos transmiten graves enfermedades infecciosas: el paludismo (los mosquitos Anopheles), la enfermedad de Chagas (los chinches), la enfermedad del sueño (la mosca tse-tse), la fiebre amarilla y el dengue (el mosquito Aedes aegypti), el tifus (los piojos y unas pulgas), la peste bubónica (otras pulgas), la leishmaniasis (las moscas de arena o jejenes), las filariasis y elefantiasis (las moscas y mosquitos Anopheles, Culex, Aedes y Mansonia). Estoy abierto a nuevos argumentos, pero, por ahora, no hallo la manera de convencerme de que la extinción de alguno de estos insectos no presente más ventajas que inconvenientes.

sábado, 6 de agosto de 2011

¿Es el universo analógico o digital?

Desde la primera mitad del siglo XX se necesitan dos teorías físicas para explicar el mundo, la teoría cuántica y la teoría de la relatividad; sus fundamentos no pueden ser más diferentes, aquélla se basa en el discontinuo, ésta en el continuo. Los físicos, incómodos con esta dicotomía, han buscado una única teoría que proporcione la explicación de todos los fenómenos naturales. Einstein inició el camino tomando como premisa el continuo: comenzó en el año 1922 y acabo con su muerte 1955; el fracaso de su heroico intento desalentó a los físicos, quienes, durante todo el siglo XX, se fundamentaron en el discontinuo. En el nuevo siglo, y comprobado que una de las predicciones de la teoría cuántica, la energía del espacio vacío, difiere en un número de ciento veinte cifras del valor observado por los astrónomos, quizá proceda reverdecer los ajados laureles del camino iniciado por Einstein.

Para expresar las leyes de la naturaleza en ecuaciones matemáticas, los científicos, desde Newton, utilizan el método diferencial: descomponen un objeto en sus partes más simples para, tras su suma (integración), suministrar las propiedades globales. Pero el método pierde eficacia si las partes del objeto, en vez de más simples, se vuelven más complejas o diferentes de las iniciales. Así sucede cuando se observa la naturaleza con un acelerador de partículas (que, a escalas minúsculas, reemplaza al microscopio); aparecen estructuras nuevas (moléculas, átomos, partículas) a medida que crecen los aumentos. La teoría de la relatividad, fundamentada en el método diferencial, es incapaz de explicar estos efectos -basados en la no diferenciabilidad- que explica la mecánica cuántica. Pues bien, Garnet Ord y Laurent Nottale pretenden deducir la mecánica cuántica de una extensión del principio de la relatividad, el principio de la relatividad de escala: las leyes de la naturaleza deben ser idénticas sea cual sea el movimiento del observador y también sea cual sea la escala a la que se observa. Para ello magnitudes como la velocidad y la longitud deben depender de la resolución de las observaciones; las propiedades cuánticas (discontinuas) de la naturaleza serían entonces el resultado de la naturaleza fractal del espacio-tiempo. Y el calificativo fractal -aplicado a una figura- significa que permanece invariante aunque se amplifique o reduzca (indica que no es diferenciable); como el perfil de la costa gallega: que no exhibe ninguna regularidad cuando se la estudia a escalas cada vez más pequeñas.

Ignoramos si ambos físicos han tomado el rumbo correcto, pero les deseamos suerte.