sábado, 9 de julio de 2011

¿Cómo se inician los rayos?


Los sucesos que generan rayos gamma de alta energía ocurren en el remoto espacio exterior, tal vez en los agujeros negros o en otros lugares igual de exóticos; por eso los científicos se sorprendieron -como habrá adivinado el lector perspicaz- cuando encontraron, en la última década del siglo XX, rayos gamma en la Tierra, en el cielo encima de nuestras cabezas. Se los bautizó como Destellos de Rayos Gamma Terrestres (DRGT), y muy poco se conoce de ellos. ¿Guardan relación con los relámpagos? ¿Podrían generar partículas que dañasen a los satélites? ¿Afectarán a la salud de los pasajeros aeronáuticos?

En la atmósfera, encima de las nubes de tormenta, se forman poderosos campos eléctricos que se extienden varios kilómetros hacia arriba; se trata de los aceleradores naturales de partículas más energéticos de nuestro planeta. Estos campos eléctricos aceleran a los electrones libres que se producen en las nubes, hasta velocidades cercanas a la velocidad de la luz; cuando los electrones chocan con las moléculas del aire no se libera luz visible, como sucede durante la formación de los rayos, sino invisibles rayos gamma de alta energía y también más electrones (que se producen durante la cascada de colisiones).

Un viejo misterio concierne a los rayos: los físicos saben cómo se cargan las nubes de tormenta, pero ignoran cómo se descargan. Saben que las turbulencias dentro de las nubes separan las cargas eléctricas (que se forman debido al rozamiento entre las partículas de hielo y agua), y generan una enorme diferencia de potencial eléctrico… diez veces menor, aproximadamente, que el necesario para ionizar el aire y originar la chispa iniciadora de un rayo; por ello sospechan que el repentino flujo de electrones que se produce durante los DRGT podría proporcionar la chispa primordial. Si esta explicación fuese correcta, debería haber más DRGT de los que se detectan: porque cada día se producen millones de rayos en el mundo, pero se observan menos de cien DRGT diarios. La escasez quizá se deba -argumentan los expertos- a que los telescopios espaciales no los han buscado directamente; por ello esperan a que un satélite los observe y les proporcione nuevos datos.

Mientras tanto, cuando viajemos a Grecia podremos murmurar mirando al Olimpo: Zeus, todavía ignoramos la causa de tu divina cólera; pero ya falta poco.

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