sábado, 26 de marzo de 2011

Un calendario ligado al bosque


Muchos de nuestros civilizados contemporáneos no sólo ignoran los cambios anuales que suceden en la naturaleza, sino también agreden a los seres vivos que en ella viven. Quizás la celebración del día mundial del árbol -el 21 de marzo- induzca a alguno a reflexionar sobre ello; y no se trata de evocar viejas supersticiones como "tocar madera" para evitar las catástrofes, ni tampoco recordar nuestros humildes orígenes en los bosques africanos. Un bosque es una fuente de oxígeno y un sumidero de dióxido de carbono; quizá por esto el cáustico lector disculpe mi simpatía hacia un calendario ligado al bosque. Los celtas dividían el año en trece meses que identificaban con el árbol que fructificaba o florecía en la época: mes del abedul, del serbal, del fresno, del aliso, del sauce, del espino blanco, del roble, del acebo, del avellano, de la vid, de la hiedra, del carrizo y del saúco. Y cada vegetal me sugiere alguna idea. Los robles y abedules cubrieron Europa durante milenios; nuestros antepasados hacían canoas con la blanca corteza del abedul, pan con las partes tiernas y con la savia fermentada se emborrachaban; el majestuoso roble de larga vida aloja una enorme cantidad de animales. Las flores blancas del serbal dan una miel exquisita. El fresno crece en los valles húmedos y el aliso en las orillas de los ríos, aquél tiene flores olorosas y con la madera de éste se hacen zuecos, toneles y platos. El paludismo y el reuma me recuerdan al sauce: contiene una sustancia que se empleó como remedio de esos males. Huele tan bien el espino blanco que su fragancia se asoció con el sexo, y su flor fue considerada la flor de los amantes. El acebo alimenta y cobija a muchos animales, entre ellos, al urogallo; hoy sus ramas se emplean en navidad, en el pasado espantaban los malos espíritus. Las varitas mágicas de las hadas se hacían de avellano. ¿Hay algún hedonista lector que no haya probado los exquisitos frutos de la vid? Las hiedras no son árboles, sino enredaderas que crecen por los troncos o por las fachadas de las casas; tampoco lo son los carrizos, unos magníficos cañaverales, que verá quien se acerque, en otoño, a las misteriosas torres medievales de Catoira. Visite al saúco quien quiera oír el canto de mirlos y estorninos, sus bayas son una golosina para estos pájaros.

Amigo lector, desterrar de España el odio al árbol resulta necesario y me parece… encantador.

sábado, 19 de marzo de 2011

Energía y bienestar


Mientras el número de seres humanos fue limitado y las necesidades energéticas estuvieron restringidas a la cocina y a la producción de calor, pudo explotarse la energía sin grave perjuicio para el ambiente. Ahora, con superpoblación, el uso de la energía conlleva destrucción; local, porque las emisiones contaminan el suelo, el agua y el aire, y global, porque provoca un cambio climático en el planeta. Nos hallamos ante un dilema: utilizadas debidamente las técnicas energéticas traen bienestar a la población, pero la creciente demanda de energía puede hacer inhabitable la Tierra.

¿Cómo se conectan la energía y el bienestar? Si bien es verdad que la energía contribuye al bienestar: proporciona calefacción, iluminación, cocina y sirve para la producción económica; también lo es que sus costes (dinero, salud e impactos ambientales y socioeconómicos) lo dificultan. Durante la mayor parte de la historia, las inquietudes humanas se han centrado en el lado de los beneficios; y aún sucede así en los países pobres. Pero es plausible que las regiones industrializadas ya se encuentren en un punto donde un crecimiento energético adicional origine más costes que beneficios; quizá, por ello, llegó la hora de modificar nuestro modelo energético si queremos mantener los niveles actuales de prosperidad.

Hay dos maneras de caminar hacia el futuro. Una primera vía: la del consenso. Ampliamente defendida, se basa en una continuación de las tendencias actuales: no se espera que cambien mucho los hábitos de consumo, el precio del petróleo subirá gradualmente, el consumo mundial de la energía aumentará, y las emisiones de dióxido de carbono también. Está implícito en este enfoque la hipótesis de la viabilidad de la trayectoria actual: que el cambio climático no reviste mayor trascendencia y que los humanos podremos adaptarnos a él. Hay una segunda vía: la transición hacia un mundo viable. Como los humanos seguiremos dependiendo de la energía para mantener la civilización, debemos desarrollar técnicas que garanticen la calidad del ambiente a largo plazo. Si la humanidad opta por la primera vía (así nos lo tememos), corremos un riesgo: si los peligros se concretan (y los síntomas son alarmantes) sabemos que la infraestructura del sistema de producción energética actual impedirá una respuesta rápida. ¿Qué sucederá entonces?

Para no pecar de pesimista recordaré que, para el año 2020, la Unión Europea persigue reducir las emisiones de dióxido de carbono en un veinte por ciento, conseguir un veinte por ciento de energías renovables y lograr un ahorro energético del veinte por ciento. ¿Será suficiente?

sábado, 12 de marzo de 2011

Cáncer: la importancia de las normas


Todo lector que tenga un mínimo de sensibilidad se escandalizará al saber que, cada año, treinta y ocho millones de animales salvajes de la Amazonia brasileña son vendidos en el extranjero de contrabando: un negocio que mueve aproximadamente seis mil millones de dólares. Sí, incrédulo y sorprendido lector, lee de nuevo el monto de animales. Habrá quien argumente que eludir unos formalismos más o menos válidos no tiene mucha importancia, expondré otro caso de omisión de reglas, sólo que ahora con seres más diminutos. Nuestras células corporales tienen un ciclo vital: nacen, se multiplican, viven y mueren; sin embargo, no todas se atienen a las mismas pautas de conducta, las células cancerígenas se saltan las normas: se dividen sin control, pueden diseminarse por todo el organismo y no mueren cuando debieran. ¿Cuál es la causa de su anarquismo? El investigador español Manel Esteller ha encontrado, recientemente, una posible respuesta en los tumores de colon, estómago y útero: una mutación proporciona a las células capacidad para secuestrar, en el interior del núcleo, a unas moléculas encargadas del control de su división.

Todas las células humanas contienen un núcleo, donde se encuentra el material genético (el ADN), un medio acuoso (el citoplasma), donde se producen las proteínas, y una membrana que rodea a la célula y la separa del exterior. Entre los compartimentos existe un tráfico continuo de moléculas que, actuando de señales químicas, indican a los genes cómo comportarse. En este intercambio de señales, los microARNs –unos mensajeros especiales que regulan la expresión de otros genes- desempeñan un papel fundamental, porque intervienen en la cascada de mensajes que ordena a la célula dividirse o no. El equipo de Esteller ha hallado una proteína, la exportina-5 que, como si se tratase de un camión, transporta los microARNs desde el núcleo al citoplasma y activa un engranaje que inhibe la división celular. Como ocurriría en una huelga de transporte, si la exportina-5 no funcionase, los microARNs no llegarían a su lugar de trabajo: la inhibición no se produciría, la célula se multiplicaría sin control y se desarrollaría un cáncer.

El perspicaz lector ya habrá adivinado el siguiente paso que deben dar los investigadores; para hallar un tratamiento de la cruel enfermedad tienen que buscar formas de reactivar la proteína recién descubierta.

sábado, 5 de marzo de 2011

Newton y la teología


Cualquier ciencia se construye con las proposiciones que se refieren a los hechos -en último término aluden a la lectura de un medidor-, y con las referentes a las matemáticas. Hay otros aspectos que nunca aparecen en las publicaciones científicas (ni deben de aparecer), que también influyen en la ciencia; voy a comentar uno de ellos: la religión, y espero que no se escandalizará el lector escrupuloso.

Concretamente, me voy a ocupar de las creencias de Isaac Newton, teísta convencido y considerado el mejor físico de la historia. Newton (1642-1727) no fue el prototipo de científico del siglo XX, hombre de su tiempo, participó en muchas convicciones de la época, como la alquimia o la astrología, que hoy consideraríamos supersticiones. Según la teoría de gravedad elaborada por él, el universo debería colapsar, pues todas las estrellas tendrían que atraerse entre sí; la dificultad le parecía tan insuperable, que no encontró otra solución que asignar a Dios la función de contrarrestar la gravedad y mantener las estrellas en su sitio. Escribió: "La gravedad  tiene que causarla un agente que actúa constantemente de acuerdo con ciertas leyes; pero si este agente es material o inmaterial lo dejo a la consideración de mis lectores"; como en otros escritos usa el término espíritu para referirse al agente, cabe considerar que alude a la divinidad. Más explícito resulta este otro párrafo: "El orden admirable del sol, de los planetas y cometas tiene que ser obra de un Ser Todopoderoso e inteligente... y si cada estrella fija es el centro de un sistema semejante al nuestro, es cierto que, llevando todos el sello del mismo plan, todos deben estar sometidos a un solo y mismo Ser... Este Ser infinito lo gobierna todo no como el alma del mundo, sino como Señor de todas las cosas. Dios es el Ser Supremo, Infinito, Eterno, absolutamente Perpetuo”. Otro apunte más, Newton interpretaba las cometas como envíos divinos: de combustible para mantener encendido el Sol o de agua para evitar que la Tierra se secara.

Después de esta paradójica lectura quizá el lector curioso se pregunte qué opinión tienen los científicos contemporáneos sobre la religión. Una encuesta efectuada por E. J. Larson, y L. Witham en el año 1997 (Nature 386: 435-436)  reveló que cuatro de cada diez científicos de los Estados Unidos de América creen en Dios, los otros seis se declaran ateos o agnósticos.