Todo aficionado a la ciencia, y eso es
quien dedica parte de su tiempo de ocio a la lectura de estas páginas, sabe que
el Big-Bang, la inconmensurable explosión que originó el universo hace trece
mil setecientos millones de años, es el fenómeno más energético conocido; pero
seguro que ignora qué acontecimiento ocupa el segundo lugar en la escala de
energía. Se trata de los GRB, estallidos de rayos gamma de escasos segundos de
duración que se están produciendo continuamente en el cosmos, auténticos guiños
de luz invisible que nos llegan del universo profundo. La increíble explosión
de rayos gamma detectada el diecinueve de marzo de 2008 asombró a los astrónomos; la potencia del estallido fue tal que hasta su
brillo óptico pudo ser observado a simple vista durante treinta segundos; tardó
siete mil quinientos interminables millones de años en alcanzar un ojo humano; asómbrese
el flemático lector, nuestro planeta ni siquiera existía cuando la radiación
inició su camino. No todos son iguales, resulta que hay guiños –quiero decir
GRB- lentos y también los hay rápidos. ¿Qué produce estos intrigantes fenómenos?
En el año 2008 se reunieron los expertos para debatir tan espinoso asunto:
concluyeron que dos sucesos bien distintos los causan. Los comentaré
brevemente.
Cuando acaba su combustible nuclear, una
estrella supergigante explota con una potencia cien o mil veces mayor que la de
una supernova normal, inmediatamente después se colapsa y convierte en un
agujero negro: durante ese proceso, la estrella moribunda, a punto de
convertirse en cadáver, irradia chorros de materia desde sus polos, y estos
chorros emiten los rayos gamma: ya tenemos una explicación. Un suceso
infrecuente produce, probablemente, el otro tipo de guiño cósmico: se trata del
choque entre dos estrellas de neutrones, objetos de enorme densidad, muy pequeños, apenas del tamaño de una ciudad
y con la masa de una pequeña estrella. Se trata de un impacto inusitado, porque
ambos astros colapsan, desaparecen del universo y dejan en su lugar un agujero
negro. Sólo queda añadir que, durante el insólito proceso, se producen los
guiños de rayos gamma, los GRB que con tanta atención detecta el astrónomo
terrestre.
Como
seguramente adivinará el lector ingenioso, estos acontecimientos emiten tanta
energía que si uno de ellos ocurriese cerca del Sol... podría acabar con gran
parte de la vida en la Tierra. ¡Y tal vez haya ocurrido en el remoto pasado!